terça-feira, 9 de setembro de 2014

JORGE ARIEL MADRAZO | Poemas de Floriano Martins


1. UNA VOZ PERDIDA: RAQUEL

¿Hasta cuándo puedo confiar en tus palabras?
Me pides que busque la salvación en tu nombre,
que desfallezca, aguarde, vague, permita
que me olviden todos. Me ilusiono creyendo en la visión
de tus encantos, y acato atenta tus preceptos.
Para los desengañados, debo abrir amplias fosas.
Y entrego mi cuerpo a aquellos que lo necesiten.
Una vez más padezco, y aguardo, y me vuelvo
nada, un retazo, una sombra perturbada,
hasta que me canse e indague por los siete llantos
de mi alma exánime: ¿un día me consolarás?
Abro la mano y persigo los rastros de mi destino.
Me extravío allí tantas veces que ya no distingo
a mi único suplicio: ¿tú, cuándo me consolarás?


2. LA NATURALEZA MUERTA

Cadáveres en lágrimas,
¿no hay nada más inverosímil en tu existencia?
Tres tramos de escalera antes de la caída,
garabateabas de memoria unas palabras finales.

¿Con quién hablabas en tu camino hacia el abismo?
¿Qué voces heridas y extranjeras
rugían en tu drama, casi borrachas, casi voces?
¿Será acaso tan inmensa la eternidad que no podamos encontrarnos en una tarde de sábado?

Silencio rocoso, enfurecido en su casco carcomido,
¿qué vicio tan extraño convierte todo en angustia?
Cadáveres listos para una cena de dolores,
sollozante cosmogonía reclinada en el vacío, ríos de insectos piojos róbalos muertos pulgas babosas lentejas podridas latas de aceite -naufragio quemante- herrumbre de faros, tumbas fluctuantes -¿estupor frente a la sangre de las noches?

Hay una distancia ya clásica entre lo que piensas y lo que eres, tinieblas de actitud, bautismo de cruces, sofismas gastados, coro de ángeles, siempre un mismo puerto de aventureros,
lugar poco probable para nuestro encuentro.
Más aún cuando no te rebelas, entre cadáveres remando contra la muerte,
restos de comida fractura de muletas gordiano de heces -¿de dónde cae el tiempo? -el verso se quiebra en todo momento

¿Dónde estás? ¿Dónde habitas?
Indago dónde podrías haber nacido.
Habitualmente rodeado de cadáveres,
¿tu noche será la gran industria de los desvalidos?

Metáfora decaída, cantina de precios exorbitantes, estamos siempre a dos pasos de algo, pérdidas acumuladas, rutina de miseria soluble y pastel de ansiedades -¿será éste tu mundo descomunal, tu biblia que todo abarca pero nada percibe en lo íntimo, pandereta de la joven Esmeralda, mujeres tatuadas a estilete, muchachos cercenados por no portar armas, un huevo de tortuga del cual escapa un yacaré, la suprema gloria de la superficialidad, muerte entre la piel y el abismo de los sentidos, bandejas de bayas y uvas servidas en conferencias de paz, artistas al vacío, suplentes de alquimistas accidentados en el trabajo, imbéciles especulativos, cucarachas familiares, durazno pitomba açaí todo de oro, muerte eterna? ¿será?
¿En qué océano descomunal te escondes, poeta?
Disfraces: una amargura telúrica una máscara dionisiaca un barroquismo ululante -ah, manera formidable de no estar en el mundo.
Un demonio triste escribe un banal itinerario de arrepentimientos.

Tus cadáveres ya no te soportan.


3. EL ABUSO DEL VÉRTIGO

El coloso en fragmentos me desgarra. La tortura se mantiene en pie.

René Char

Cobijo tu cuerpo en mis manos,
entre rayos de sudor, desfallecido.
La ruina de la belleza (¿querida fealdad?)
es que siempre retorna a sí misma.
¿En qué punto extremo de tu amor
brota la renuncia a la insensatez?
Un cuerpo desamparado me insulta
con su humanidad fuera de lugar
Escombros que se acusan entre sí
por el despreciable vértigo alcanzado.
Avaricia de formas con que osar
el centelleo de mil voces trepidando
en sacrificio, como si la noche, oculta
en la fortuna de cada habla desventrada

fuese la llaga deífica, sol o cenizas.
Evanescente como estás, me abisma
seguir leyendo un torrente de páginas
en la piel blanca y desecha de sentido,
abismo que es el centro de la angustia,
hortaliza victimada por la consagración.
¿Es la memoria un cínico abuso del dolor?
¿De qué está hecha la tragedia de la belleza?
Tambor de voces, relato de gozos, luz
faltante sobre el escenario en ruinas.
Placer de caídas que nos alimentan.
Designio, veneno o ruego de plagas.
Sé que te pierdo ahora, en mis brazos
no tengo sino el fulgor de tu muerte.

Lo que dejo de ser se tritura a sí mismo,
suplicio que acentúa la miseria humana,
indicios de pérdida albergan disfraces.
¿De qué muere algo muy dentro de nosotros?
Anuncio y sigilo, odio y amor, pequeña
o gran muerte, en intervalos o no.
Cómo dolía en ti el verbo imposible,
conjugar el dolor en vicios de lenguaje,
rehacerte lacerando tiempo y espacio.
No quiero que mueras en pedazos.
El vacío es húmedo, colmado de sí mismo.
Dios no muere de odio. Menos aún
se agota el hombre en su orgullo.
La refutación de la muerte está en su dolor,

como la negación de lo que nos contradice.
¿De qué mueres? Todos sabemos de la bala
que tu cuerpo recibió en mi lugar.
Odio o aprobación, lo anunciado se dio.
Desnuda y linda como estás, ahora muerta,
odio perseguido por el azar, gólgota
ajustándose a nuevas formas de éxtasis,
no veo sino tu cuerpo, inactivo
en la oscuridad que lo ilumina, chorro
de brea en la viscosa lámpara del destino.
"¿Qué hubo?", preguntarían, sin duda.
Muerta a tiros cuando al entrar
en una farmacia, nos encontramos
con ese "¡al suelo!", y mi negativa.


4. UNAS VESTIMENTAS

Paños desnudos.
Ninguna imagen sangrando en la piel
de tejidos listos para la caricia.
Recito esa desnudez con un par de alas.
Un demonio agachado
pegando sus labios a los míos.
De donde tú me ves, yo sería un arroyo de huesos,
calcinado deleite de tus almas:
unas pocas, las que no supieron
preservar el horror que las anticipa
y comprende.
Rostros engordados en ceremonias...
¿Y cómo te ubicas, demonio,
mordiéndome los senos, cómo te ubicas?
Un mirar para escoger huesos.
Carbones astutos y conocedores de la fábula.
Mira bien lo que traigo conmigo:
este cuerpo menguado en débiles lunas.
¿Preparas una piel para mi?
Dame tus cuchillos, espolones, cuernos,
la punta imperfecta de tu falo.
Ves cómo me hago en mil muslos,
viscosos como cebos, y todos deletrean
la caída que anuncias.
Los paños
sobre el vacío, desnudos.
Equilibrio derrumbado hacia el suelo,
rostros deshechos de víctimas que ya no alcanzan el ofertorio, el pie de un dios hallado en excavaciones por donde me consagras,
puto demonio,
por donde
me despedazas deseosa de tu salud.
Mi cuerpo en astillas, santuario decrépito
de tu perversión,
cascos arañándome el tejido de la memoria, sí,
un mínimo dolor recorre procedencias insospechadas,
y sabes cuánto me dolía tu abundancia,
el pote que indicas y, ansiosa, me lanzo a buscar allí la respuesta para el afligido cultivo
de dolores
por todo mi cuerpo.
Cargo conmigo todas las formas
con que me atacas.
¿Qué máscaras perpetuamos: las mías, las tuyas?
Mis labios te queman la piel.
Aceites encendidos mientras nos deshacemos.
Paños como papiros, inscripciones invisibles que enseñan a mantener caliente la cabeza de un dios muerto.
Desnudos.
Con la medida del infierno en cada pliegue
del tejido de que estamos hechos.


5. LOS PERGAMINOS

Estás en tu ausencia.
Ni cerca ni distante, en camino al bien y al mal.
Tampoco importa lo que te espera.
Ningún dolor mal afirmado.
Formas despedazadas en el vientre y en la llama de un mirar perdido.
Apenas formas, debilitadas mas no del todo ajenas.
Evidencias que comunican una escritura sacrificial.
Lugar sagrado adonde van a dar todas las voces en que confías.
Templo o túmulo: abismo, multitud, destierro.
Versos se escurren entre lamentos sinuosos, vértigos de otoño.
Lo que escucho, lejano, es a mi padre arrancado del túmulo.
La vida reiniciada en cada muerto.
Los amores perdidos, vaciando casi todos los límites del mirar.
Lo más profundamente irreparable, lo inconcluso entre derrames de enigmas, encrucijada de vómitos de lo que es apenas temor o insatisfacción,
nada,
nada está tan presente en ti como tu ausencia.
La vida, sosteniéndose apenas con su sastre de ilusiones.
Rostros desconocidos surgidos en sueños y cenas, sin que te des cuenta de que son todos tuyos.
Y todo lo que buscabas era un falso reposo.
¿Qué valores dar a lo que apenas escrito pierde sentido, a lo que se fragmenta sin noción de qué se le opone, a esa maraña de imágenes desistiendo de la risa y el temblor?
Donde estás nunca serás.
El destino siempre conduce a la pérdida.
Un canto como una escena dislocada en el tiempo.
El infortunio como el reventar de una alegoría: el hombre no cabe en lo que posee.
Para morir escoge una camisa limpia.
Anotaciones de un incierto desprecio por la especie.
¿Quién lo despertará para la muerte debida?
Ruidos de sombras negadas, el cadáver hechizado del que hablaba René Daumal, perfiles de cenizas y estatuas arrepentidas, carnes estalladas por ausencia de labios, desbordarse, desbordarse, rezaba la inscripción en la entrada del pub, mujeres dispersas como hierba de noche, hombres tontos adictos a sí mismos; luego, el maravilloso fin de todas las cosas: aplazarse.
No estás sino en lo que niegas.
Suplicio guardado como un as en la manga.
Todos pasamos por aquí muchas veces, se repiten las imágenes y no hay gracia, ya, en creerse iluminado o expatriado.
Cualquier forma precaria puede ser fuente de algún desvarío.
Al perder la noción de la caída, de nada vale la avanzada edad.
Las formas hablan con lo que son, saben que no deben jamás ignorarse: he ahí cómo perciben que las mutaciones son una afirmación de principio.
¿Dónde estás, ahora?
Lo que concluye es lo que no se reconoce.
Como abrimos un nuevo hueco entre los hijos crecidos, la ducha esponjosa del hábito, la secreta envidia de ínfimos detalles en la vida de los otros.
¿Existirá siempre un recuerdo?
Camino al infierno, ya en la última vértebra, siempre alguien indaga sobre los miserables planes del desorden,
el inviolable desorden con una voz desesperada al que se refería Gui Rosey antes de desaparecer, tragado por tal inquietud.
Un desconfiado método de la armonía.
Lugar inexacto donde todo se contempla y raramente se completa.
¿Qué hay de más en tus versos, poeta?
Esa pobre vida incompatible será siempre la misma.
No es tuya, simplemente no es.
Tu lengua recorre las sílabas mejores.
Un lado y otro de las manos, habituados a reanimar sufridas metáforas.
Un mar retraído, una espléndida chispa de tu culo, brote de intangible orgullo de una memoria de gozos, idas y venidas en labios violentos,
llamas,
como me llaman ojeras tensiones excesos.
El flameante recurso con que te agotas.
Los espejos se engañan en el exceso de fidelidad.
Nada está exactamente como está.
Ni siquiera las pérdidas, de cuanto hay en mí de innumerable.
Con todo, no tengo tiempo para arrugas,
el infierno deberá hallar otra manera de hacerme una visita.


6. SI LA NOCHE CAYERA

¿No te renuevas?
Un sentido sibilino evocado,
la obsesión por el misterio que recorre la noche en harapos, ausente de sí o al menos tomada por lo que no comprende,
es así que nos damos las manos,
la voz de Paula Cole en el concierto de Peter Gabriel,
en tus ojos, en tus ojos, me recuerdas que Nerval decía a George Bell que se nutría de su propia esencia y no se renovaba.
Somos subversivos patéticos o lánguidos apasionados,
dopados por las comodidades del registro civil,
sudores enojosos, un devaneo cartesiano,
nada que nos eleve al supremo nivel de metáfora alguna.
¿A qué temes en tu paseo nocturno?
¿El drama de la noche será tan compacto voraz penetrante como la idea de que cruzas despierta delante de todo?
¿No abrirías una ventana en tu piel?
Vista nocturna, tarjeta postal, escena perdida de un film,
¿lees todavía mi cuerpo en libre asociación?
Tenemos sexo con los hijos y amigos, nos sentamos en un bar para grandes carcajadas nocturnas, lo auspicioso no necesita interpretación,
en tus ojos, asombros florales tomando forma humana, el libro que se lee a sí mismo consciente de la existencia de otras páginas,
garabatos de un dilema fatídico,
nunca supimos lo que ocurrió en realidad.
Un mito cualquiera se agita,
tú eres mi gozo, seré tu inmensidad.
El arreglo floral sobre la mesa nos dice que la noche insiste en recuperarse.
El verso cae sobre el paño.
¿No te renuevas?
¿Quién hace la pregunta?
"El desánimo ha escrito versos mejores que la alegría de vivir". Esto se dice en todo instante a un corazón que se siente traicionado. Páginas de desaliento, rostros sofocantes, no eres nada, tú no eres nada y aún así te amo,
oh infierno cortés, dinastía de sentidos objetivando algo,
el amor sigue siendo toda la intransigencia posible,
el golpe menos artificial del ser,
el abuso central de nuestras limitaciones.

Al menos, si la noche cayese yo podría abrir tus brazos de un extremo al otro y colgarte de ella, lamiendo tu cuerpo en negación de todo sacrificio, hijos, sexos, planes,
bendiciones, sudores, financiamientos, mi lengua dando cuenta de tus sabores; la noche, la noche no es nada, Nerval, el mundo cae sobre nosotros el día entero,
amo y desamo a toda hora, lo que en mí hay de más mediocre no espera ya la noche para manifestarse,
no vamos a ninguna parte, dopados por laudos inventados, acuerdos de sindicatos, votaciones en la cámara,
tu cuerpo suspendido y sin sentido, porque ya no sé qué hacer con él,
ya no sé qué cosa escribir.
¿De qué muere exactamente la fe en un cuerpo?
¿Del anuncio de un método? ¿De una sospecha de fraude?


7. EL OFERTORIUM

La pierna dulcemente erguida sobre la página:
un verso así no escribes sin mi gozo
Sabía cómo marcar las frases donde retornar.
Los dos se buscaban entre enigmas y risas,
devolvíanse mutuamente lo que iban encontrando:
restos del otro, pequeñas sombras dispersas.
Te abro todos los labios de la casa. ¿No ves allí,
en el balcón, una parte de ti ya olvidándose?
La voz podía ser entregada a cualquiera de ellos,
sorprender a la noche en un capítulo
de espasmos: ojos garabateándose, imágenes
saltando del sexo de ambos, toda ella, todo él,
todo para encontrarse y decir: ya estuvimos.
Sólo el amor nos revela aquello que perdemos.



[Tradução de Jorge Ariel Madrazo. Caricatura de Floriano Martins, por Klévisson Viana. 2008.) 



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